La verdad es que no me da pena; me hubiese gustado, sin dudas, haber terminado este cuaderno en 2023. Desde el comienzo del año, la idea era llenar todos los renglones con mis escritos, sobre todo porque hubo mucho tiempo malgastado en Instagram. Si de esas cuatro horas diarias le hubiera dedicado al menos media para escribir, seguramente no me hubieran alcanzado estas hojas y hoy me conocería más.

Por un lado, me relajé, escribí mucho al principio y me acomodé pensando que se iba a terminar solo. Pero no me siento culpable ni un poco, porque los momentos en los que escribía los cambié por otras actividades que hoy creo que me hicieron mejor. Aunque tengo tiempo para todo, el celular es una gran distracción. Solía escribir a la tarde y a la noche, pero ese tiempo fue reemplazado por entrenar y leer.

El mayor cambio fue el entrenamiento. Tuve etapas en mi vida donde entrenaba y estaba muy bien físicamente, pero duraban poco. Ahora estoy en un cambio profundo, entreno no solo para verme bien, sino porque lo necesito para sentirme bien en el momento. No recuerdo si lo escribí, pero seguramente en el texto de manifestaciones para 2023 puse que quería enfocarme en el cuerpo y en mi bienestar. Recuerdo un día que me miré al espejo y estaba muy dejado; pensé: “Ya fue, seré gordito pero si trabajo lo compenso con plata”. Qué inmaduro de mi parte. Hoy entrenar es lo que me mantiene cuerdo, me hace sentir vivo, fuerte, con energía, autoestima alta y, algo personal, por primera vez puedo andar desnudo y sentirme cómodo con mi cuerpo. Entrenar consume tiempo más allá del físico. Después te deja cansado como para ponerte a escribir. Otro punto a favor es que cuando entrenas, te estresas menos por las cosas de la rutina, lo cual repercute en relajarte más y escribir menos. Escribir no es para relajarse; tiene un efecto parecido al entrenar, donde luego del esfuerzo de la actividad, viene una recompensa de placer. Pero, como dije, requiere un esfuerzo.

El segundo nuevo hobby fue leer. Siempre me pareció cool, pero jamás leí con ganas. Incluso estoy más cerca de decir que jamás leí. Esto viene de lo más característico de mi personalidad: no leía porque en el colegio me obligaban; no hacía deporte porque no me dejaban hacer lo que quería. Empecé a leer temas o escritores parecidos al contenido que consumo en YouTube.

Comencé con “El poder de la hora”. Decir que comparto casi todo lo que dice es poco, porque me influenció muchísimo, no solo en mi día a día, sino en el momento presente. Seguramente ahora que volví con ganas de escribir, seguiré algún título con el nombre de “Ahora cierro comillas”. A lo que voy es que me ayudó a pensar y escribir menos sobre mis pensamientos, problemas y disfrutar más el momento.

Bien, ahora que justifiqué mi baja en los escritos y reafirmé mi compromiso con esta hermosa práctica… ¿por qué volví a escribir hoy? La respuesta es fácil: porque es el primer día del año y es cuando uno está más sensible y quiere organizar sus metas y hábitos.

Ahora la respuesta más compleja: hago una recapitulación de todo lo que hice en el año y me vino a la mente una frase que escuché hace poco: “La vida es larga”. Una cosa es hacer muchas cosas para sentirte vivo; otra es que genere todo lo contrario y estés tan cansado que la sientas larga, casi con connotación negativa de querer que se termine.

El 2023 estuvo lleno de momentos. Todos comenzaron en este cuaderno, cuando arranqué el año escribiendo desde Nueva York y Miami. Se me vino un recuerdo hermoso de estar escribiendo desde un café en Central Park, muerto de frío. Mientras tanto, vivía una película paralela con Euge, con quien me había obsesionado y estaba decidido a casarme. Al poco tiempo llegó el viaje a Japón, una experiencia que sabía que iba a ser buena, pero jamás imaginé que me traería tanto (spoiler alert: tanto que antes de conocer Europa voy a volver a Asia, solo que ahora a China).

Al volver de Japón, conocí a XX (omito nombre porque creo que a veces lee esto). Para ser más preciso, fue durante el viaje que la empecé a conocer y lo compartí enteramente con ella. No me arrepiento para nada; me sumó muchísimo y me divertí a más no poder durante el viaje y los seis meses siguientes. Siempre que la recuerdo, o lo que aprendí de ella, merece un capítulo acá, porque es una historia digna de una película (como “500 días con ella”, te juro que esa película es mi historia con ella). Sin embargo, creo que no la voy a escribir a menos que la necesite para hacer un cierre espiritual del tema, porque no escribí ningún día que estuve con ella; me llevo todo en el corazón y en la cabeza porque fui inteligente al ver que no me hacía bien. Todo esto sin pausa alguna: viajes al Enduro del Verano como mi religión lo manda, viaje a Cariló con Tomás y Maxi, hacer el curso de paracaidismo (tema a charlar, porque para arriesgar mi vida me divierto más con la moto que saltando). Encima, me compré una moto de pista, viajé a Corrientes con Guido Trucco, festejé mi cumpleaños, que fue una noche que me llevo para siempre y, literalmente, no llegamos a la mitad del año. Fui a esquiar, no solo a San Martín de los Andes con mis amigos, sino que volví a Bariloche con Denise. Probé los hongos, lo cual en parte me ayudó a renunciar (sí, sí, increíble, en el medio renuncié). Viajé a la costa con amigos, armé uno, perdón, dos rompecabezas y cerré el año nuevamente en Disney con mis sobrinos (pude hacer de tío). Estoy tranquilo que si mi vida termina hoy realmente estoy dando lo mejor de mí. Seguro hay cientos de áreas a mejorar, pero si la vida no se terminara pronto, necesito ir más despacio para no cansarme.

Quiero sentirme preparado para este nuevo año. Digo sentirme porque intelectualmente y emocionalmente sé que lo estoy. Puedo decir que ahora tengo una sola cosa en la cabeza que me genera ansiedad: el acuerdo para dejar la oficina. Me toca ser el diablo y negociar con el Grinch, pero estoy calmándome. Siempre habrá un desafío; hoy trabajo en ello y ojalá nunca me falte salud.

Hoy lo llaman manifestar, pero yo creo que es organizar. En el colegio y en la facultad, mi mamá me decía que perdía mucho tiempo organizando todo lo que tenía que hacer en vez de hacerlo, pero es una herramienta que siempre me ayudó. Hoy me tomé el tiempo de escribir, sectorizando en campos como hábitos, logros, metas, relaciones, etc., cómo quiero que mi año se desarrolle.

En verdad, el “cómo” no me importa. Le voy a prestar atención a cada momento y estar bien, en paz con lo que llegue. Pero teniendo claro a dónde quiero llegar o cómo creo que debe ser mi vida, puedo usar estos momentos para lograrlo. Puedo, cuando esté con mi mamá, acordarme de mi plan de 2024 de darle más atención para crecer en el campo de “relaciones”. Puedo, cuando esté en mi casa tirado, recordar ese objetivo de entrenar y así salir de la cama. Ojalá, por todo el esfuerzo, pueda irme bien de la empresa. Ojalá, por mi constancia, pueda seguir entrenando y cuidándome. Y ojalá pueda estar presente en cada momento.

--

--